03 Feb
INFINITO

" "Infinito" no es expresión de una idea, sino un esfuerzo hacia ella. Representa un intento posible hacia una concepción imposible.

El hombre necesitaba un término para indicar la dirección de este esfuerzo, la nube tras la cual se halla, por siempre invisible, el objeto de esta tentativa.

En fin, se requería una palabra por medio de la cual un hombre pudiera ponerse en relación, de inmediato, con otro hombre y con cierta tendencia del intelecto humano.

De esta exigencia surgió la palabra "infinito" la cual no representa, pues, sino el pensamiento de un pensamiento."

-EDGAR ALLAN POE-


Siempre hemos tenido, ya no la voluntad o obsesión, sino necesidad de definirlo todo, etiquetarlo y/o clasificarlo.

Darle un nombre para poder así sentirnos seguros con ese término, como si el hecho de conseguir una definición estricta nos pudiera ayudar a alcanzarlo o comprenderlo. 

Y esto las veces que se puede definir... Ya que aun considerando el lenguaje meramente lógica, el problema sería tan complejo como para no poder resolverlo y conseguir la acepción deseada.

En este punto hay un gran contraste entre la dificultad para definir términos abstractos o propios de un individuo, y la necesidad casi patológica de cuantificar y/o racionalizar la propia cualidad hasta conseguir que deje de tener ese carácter cualitativo y así podamos colocarla cuidadosamente en la biblioteca de nuestra tranquilidad, de nuestra seguridad, de lo que nunca se sale de la norma.

Todo marcharía perfectamente si en este proceso no estuviéramos sacrificando precisamente lo que queremos definir para poder lograrlo. Consiguiendo al final una definición sin fisuras, pero vacía.

Quedándonos con  la sensación de haber prostituido una palabra para obtener una descripción que dejó de servirle en el preciso instante de terminarla. Una sensación de haber conseguido la Piedra Rosetta del "todo", pero muda.

El infinito ha sido la obsesión tanto de matemáticos como de poetas, de filósofos, de amantes, de músicos, de políticos, de filólogos, de estudiantes, de niños... Ha sido venerado, deseado, odiado o incluso vejado. Esta idiosincrasia radica en la enraizada necesidad humana de utilizar dicho término, no solo en el lenguaje sino también como método de medida.

En definitiva, es curiosa la necesidad de un "Ad Eternum" que por no ser finito es inalcanzable, y que si de alguna manera consiguiéramos que llegase a serlo, dicha situación nos obligaría a crear otro de inmediato para cubrir el espacio conceptual del primero.

Para llegar al infinito necesitamos convertirlo en finito, una vez hecho esto aparecería otro igual para substituir al primero, pero no sería uno diferente sino el mismo, ya que al asignarle un fin no desaparece, se desplaza.

Pobres de nosotros si algún día dejásemos de aspirar al límite que tiende a infinito y lo viésemos como un punto concreto.


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